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Serie HOMINES

          Nuestra única certeza es la muerte y esto es un hecho hermoso porque aporta dignidad y dramatismo a nuestra existencia. La muerte nos acerca la vida. La muerte es una entrega, recambio, un darse para que los hijos puedan vivir. La eternidad es un absurdo, es negar la vida, el egoísmo más puro. Sólo el universo puede ser infinito.

          La muerte es hermosa cuándo ocurre con dignidad, cuando se acoge con una asunción plena de las consecuencias. Sólo cuando la muerte resulta de arrebatar la vida con violencia, sin voluntad, pierde toda su belleza, al ser algo injusto. Asumir la muerte es ser consciente de que vivimos, de lo que somos, de que nuestra vida tiene sentido.

          Cuando el hombre muere, el horror latente durante el viaje explota. Es la manifestación del del Eros, una de las pulsiones básicas, el motor de nuestro comportamiento social. Al tratarlo prácticamente es sublimado y valorado desde un punto de vista funcional, trascendiendo el aspecto animal, humanizado y completado.

          Las formas humanas han estado habitualmente ausentes de la obra de Francisco Ceballos, salvo en la serie HOMINES su presencia ha sido escasa. En aquella serie lo humano era el elemento primordial, casi único, ocupando en la mayoría de las obras la casi totalidad de la tela. Se trataba de una visión en exceso dramática, trágica y dolorosa, apasionada desde un punto de vista crístico.

          En esta nueva serie lo humano es un elemento dentro del cuadro, imbricándose al paisaje como una mancha más en el cuadro. Ceballos se vale de una visión jocosa, como si se tratara de un juego entre simbólico y perverso, para el cual se sirve de algunos iconos de la modernidad.

 

          El autorretrato de la contemplación, de la suficiencia ante el espejo, es la mayor de las vanidades. Para la búsqueda de lo sublime, tan ligada a la tradición romántica, el método más adecuado es el de las oposiciones binarias.

          Los pecados reflejan aspectos del humano, no entendidos como pecados en su sentido cristiano, sino realidades de la persona, elementos consustanciales a su realidad a su realidad corpórea y material. Por esto los rechazamos como defectos a vencer, pero debemos a asumirlos como aspectos de nuestra realidad

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