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Serie TAUTOLOGÍAS

Del gr. ταυτολογία tautología, de ταὐτό tautó 'lo mismo' y -λογία -logía 'acción de decir'.

  1. f. Ret. Acumulación reiterativa de un significado ya aportado desde el primer término de una enunciación, como en persona humana.

  2.  f. despect. Repetición inútil y viciosa.


 

Una rosa es una rosa es una rosa.

G. Stein

Buscas y siempre llegas al mismo extremo: la nada. Y entonces vuelve a surgir la pregunta: ¿cómo llenar el vacío si la realidad tan sólo es una contradicción de masas y colores? Una respuesta es enfrentarlas dejándolas chocar, que rompan el silencio, nuestro reflejo. Y así surge el cuatro, el termina como empezó: volviendo a nada.

En el principio fue el desorden. La divinidad apareció como el artificio necesario para organizar el mundo, creación intelectual necesaria para justificar el orden frente al caos natural. ¡Seamos naturalistas e imitemos la realidad! Pero como tanto desorden resulta chocante para el ojo humano, ¡seamos cartesianos y organicemos el desorden!

La realidad tiene múltiples facetas y resulta imposible captarlas todas a la vez. El punto de vista es concluyente, el lugar desde el cual observamos el mundo determina nuestra visión. Al fotografiar el mundo adoptamos una posición fija, lo cual hace que la imagen captada sólo refleje una de esas facetas.

Si retratamos los objetos desde varios ángulos, ampliamos nuestra observación. Si combinamos varias imágenes haciéndolas dialogar, indagamos mejor y nos acercamos más a la verdad que nos rodea y eso es lo que busca el artista.


 

El artista es Dios en su obra, así se le llama “creador” porque es quien controla decide y organiza. Para ello va eliminando todo lo superfluo presente en el desconcierto inicial, para llegar a un estado en el que todo lo pintado tiene sentido.  Así lo que en un principio fue caos al final responde a las leyes naturales de la mente del creador: la irracionalidad es revestida por la lógica de las leyes matemáticas. Al empezar una nueva obra el pintor se enfrenta a una superficie vacía y blanca, de la que irán surgiendo las formas, manchas, líneas que compondrán la obra. ¿Por qué siempre se presenta como una regla la obligación de proceder de forma tan canónica? ¿Por qué no hacerlo a la inversa, ir blanqueando el magma de formas y colores?  Es una manera de ir ordenando el barro primigenio del inicio y de actuar sobre la tela como si lo hiciéramos sobre el cosmos incontrolable. Con ello Francisco no pretende reproducir al tan imitado Malevich.

El artista juega con la evidencia, porque la realidad puede ser tan simple que nunca la percibimos en su totalidad, sólo fragmentada, limitada.  El autor la dota con su artificio de la oscuridad necesaria para que se entienda como trascendental. Es el demiurgo que los demás necesitan para que supla por ellos la falta de imaginación del mundo.


 

El cuadro es un ciclo como la vida, una repetición constante. Cualquier mínima desviación parece una novedad extrema. En los ciclos todo se renueva y se acumula, volviendo al principio.  Si el cuadro empieza con una gran superficie vacía, deberá terminar con otra gran nada, que resultará de la acumulación de siglos de experiencia en forma de múltiples imágenes superpuestas. Cuanto más desnudo resulte el cuadro más depurado, veraz, innovador e iniciático.


 

Un cuadro, como todo acto humano, como representación tangible, es una tautología, repetir una misma idea con diferentes aspectos. Con ella se pretende argumentar lo mismo muchas veces, hasta llenar la tela o el pentagrama. Es el gran engaño del artista, que, como la humanidad en su conjunto, anda escaso de ideas y para reafirmarse ante el mundo necesita repetirse.  Pero el arte no puede cansar al espectador, por ello necesita ser disfrazado. El creador recurre   al ritmo y a la armonía, organiza los colores y las formas intercalando pausas y vacíos. El cuadro es la mayor tautología posible. Es una repetición de masas de color organizadas según un criterio   evidente para el artista, pero oculto para el espectador. Este sólo puede percibir claramente las manchas y sus tonalidades, pero nunca la intención originaria.  Es un juego dirigido por, el creador para hacer del cuadro un lenguaje autista, de tal manera que al controlar el proceso comunicativo la palabra se torna unívoca. Es la expansión de la evidencia, porque la realidad puede ser muy simple porque siempre la percibimos particulada.


 

Algunos pensadores aseguran que todo viaje es un retorno al lugar de partida, pero lo que oculta dicha argumentación es que a medida que se avanza, se hace cada vez más necesario retroceder, repitiendo el proceso de forma continua y extenuante.

Las Vanguardias han utilizado desde sus inicios el mecanismo de la deconstrucción como herramienta básica de la Modernidad.  Francisco Ceballos analiza la realidad aplicando su contrario, la Reconstrucción. Practica el "tachismo evolutivo”, utilizando las manchas como unidades plásticas básicas, en su estado más simple, como moneras causales. Estas se van organizando según su propio patrón interno, adquiriendo así un significado nuevo. Es la fase de conceptualización de las formas, donde la forma se transforma primero en símbolo y luego en un concepto complejo. En este sentido un concepto recurrente en su pintura es la flecha. Se trata de una forma muy simple, el resultado del cruce de dos líneas. Es una unidad plástica básica presente por todas partes y que, según el caso, separa o agrupa al resto de las manchas del cuadro. Al mismo tiempo ese complejo entramado de líneas dota a cuadro de ritmo, vibración y agilidad. Los dardos simbolizan el movimiento, los actos externos ante los que el artista se define y reflexiona, los absorbe, los interpreta y los recrea en el lienzo.  Pero algo tan elemental puede ser a la vez una estructura muy compleja, la flecha es el símbolo del martirio y el martirio es el concepto del papel del artista ante el mundo el que ha visto y da testimonio de su hallazgo.

Con la pintura actual de Ceballos, se ejercita un proceso secuencial de idealización, simplificación emocional y reelaboración sensual. Ante tanto acercamiento empobrecedor y poco vibrante del mundo, ante tanta injerencia extraña hay que recuperar la pasión creadora, la necesidad de expresar los sentimientos de una manera visceral. Pero los sentimientos deben partir de algo, preferiblemente de algo tan próximo como la Naturaleza, pero percibida no de un modo real si no apasionado; menos reflexión y más emoción.


 

En su obra el lienzo se llena de paisaje, entendido como sentimiento y no como realidad tangible. Así se transforma en subjetividad absoluta e interpretable y nunca como la representación gráfica de la verdad sensorial. Se trata de interpretar el paisaje “sentido/sentimental” con los correspondientes aderezos, que son las abstracciones-metáforas / ideas­símbolos de aquellas realidades que siempre acompañan al paisaje-recuerdo.

El paisaje se disgrega a medida que la búsqueda se complica.  Cada paso dado es un tropiezo y lo conocido se vuelve turbio e inaccesible. Pero el descubrimiento conduce al conocimiento, al horror de despertar del sueño (que es como vivimos la vida), a enfrentarnos con nuestra contradicción vital

 

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